En Estados Unidos aman las historias de los ídolos que caen estrepitosamente y luego regresan para redimirse. Es una cosa cultural. Esas tramas llegan a libros, películas, series y documentales con más frecuencia de la cual quizás uno quisiera. Yo creo que no todos los casos son dignos de poner atención, y no es por pensar que unas personas valen más que otra. Nada de eso. Es algo mucho más sencillo. Es porque narrativamente, hay historias que son más interesantes que otras. Ahora le ha llegado el momento a Pamela Anderson de regresar a la pequeña pantalla involuntaria y voluntariamente. La serie de ficción Pam y Tommy la puso nuevamente en el candelero para recrear la historia del infame video íntimo con su esposo, sin su consentimiento o que le consultaran. Ahora, el documental Pamela Anderson: una historia de amor, de Netflix, la regresa bajo sus propios términos a la televisión para contar su propia versión de su ascenso y caída de la fama. Se trata de un producto interesante para acercarnos, no me atrevo a decir conocer, a alguien de quien creemos saber mucho por la exposición mediática que tuvo, pero que ofrece mucho más aún.
Lo bueno
Sin duda alguna una de las mejores cosas que tiene Pamela Anderson: una historia de amor es la posibilidad de contar con la protagonista de la historia sin ningún tipo de reservas. Y esto no se limita a las entrevistas, se trata de un acceso casi total -porque hay cosas que ella prefiere no compartir, todavía- como sus diarios y grabaciones personales. Resulta una total sorpresa encontrarse con una Pamela tan rigurosa al momento de plasmar en diarios tantos pensamientos y vivencias. La imagen que como público se nos vendió de la devoradora de hombres, que no deja de ser cierta, coexiste con la de una mujer muy tímida y hasta infantil. Es una suerte de Marilyn Monroe playera salida de la tv o una proto Britney Spears. Pamela se muestra con un gran sentido del humor, casi más allá del bien y del mal tras contar que fue víctima de abuso en repetidas ocasiones y que viene de una familia muy disfuncional. Es un descubrimiento ver todo ese lado de ella, así como conocer sus aspiraciones por ser una actriz respetada, aunque nunca se preparó para ello. Su regreso al medio, gracias a su protagónico en el musical Chicago, en Broadway, es realmente emotivo y conmueve ver su disposición a intentarlo nuevamente, ahora por ella misma, y probar suerte en algo absolutamente nuevo en su carrera. Anderson hace un recorrido sincero por sus relaciones sentimentales y, aunque no se ve como una víctima, es poco lo que asoma de los aprendizajes. Sin embargo, se aprecia que haya tenido la oportunidad de hablar, y no para dar explicaciones -que no le debe a nadie- sino para que su historia sirva de ejemplo y motivación, en especial para las nuevas mujeres que llegan a la industria y puedan establecer límites y condiciones.
Lo malo
Pamela Anderson: una historia de amor no es un documental con grandes recursos económicos. Eso se nota. Y eso no está mal. Creo que ciertas limitaciones le confieren un carácter intimista muy valioso que además hace que el material de apoyo que aporta la protagonista sea aún más valioso. Sin embargo, esto pudo haber sido una serie corta que involucrara otras voces. Se entiende que es ella quien debe llevar la batuta para contar su vida, pero se desaprovechan cosas como la estrecha relación que mantiene con su madre (quien la apoyó, por no decir empujó, para que apareciera la primera vez en Playboy), o sus hijos, quienes participan activamente en el documental, pero siempre a la sombra de su madre, nunca para hablar en primera persona. Haber involucrado a otras personas como compañeros de trabajo, exparejas, managers, amigos de la infancia, colegas, pudo haber enriquecido mucho el producto final, pues hubiera aportado piezas al rompecabezas que es Pamela desde afuera, sin el filtro de personal de Anderson. Hay cosas que sencillamente no se ven desde adentro.
Lo feo
El documental es sin duda una respuesta a la serie Pam y Tommy. Muy abiertamente defiende a Pamela y abre la puerta para presentarla como una víctima de múltiples circunstancias. Y en efecto, lo fue. Haber sido abusada de niña no fue su elección y sin duda determinó la manera en la que iba a hacer frente a muchas otras situaciones en su vida. Sin embargo, hay algo que no termina de cuadrar en la historia. Se siente, o al menos yo sentí, una falta de madurez para asumir ciertas responsabilidades en lo que ha ocurrido. Y el documental es complaciente con ello, no la pone al límite. Presentarse sin maquillaje, con una voz suave y sonrisas cándidas no me fue suficiente para creerle. En muchas ocasiones ella sabía exactamente lo que estaba haciendo. Bien fuera por interés, por amor, por ambición o por miedo, no pocas cosas de las cosas que hizo las hizo sin conciencia. Nunca vemos, por ejemplo, una Pamela hablando de haber ido a terapia, o arrepintiéndose de nunca haberlo hecho. Tampoco de cómo la maternidad le hizo darse cuenta de cómo debía cuidar a sus hijos tras lo que ella vivió en su infancia, especialmente teniendo los niños tantos “padrastros”. Confiesa que siempre ha sido muy mala administradora del dinero que ganó, pero no cuenta cómo encara eso ahora. No hay una mención a cómo convive con la fama en su natal Canadá o qué extraña de ese pasado. No tengo duda de que ciertamente Pamela Anderson sea una mujer decidida, con donde se combina de manera muy sui generis la fragilidad y la fortaleza. Es cierto que ha superado mucho, que ha logrado volver a ponerse de pie, pero me costaría afirmar que es alguien que está bien. Haber regresado a un escenario, en su caso, es solo eso, no parece ser un indicador de un crecimiento real. Y menos, en un entorno que disfrutaría nuevamente verla derrumbarse tras un conato de regreso. Faltó malicia de documentalista y alejarse del fan que quiere justicia.