Los documentales siempre me llaman la atención, por eso, me lancé de cabeza a ver La mentira más brillante en Netflix. También, porque recién acabo de ver la serie Diamantes turbios y tengo ese mundillo de las piedras preciosas fresco en la memoria. Fue realmente una sorpresa encontrarme con esto. No solo por la información que tiene, sino por el humor que maneja, algo no tan común en los documentales. Son dos episodios en los cuales se habla de cómo ha sido el impacto que ha tenido la llegada de los diamantes de laboratorio al mundo de la joyería y las gemas. Termina siendo una investigación que se burla de toda una industria y de una sociedad obsesionada por aparentar y demostrar estatus.
Lo bueno
Para mí, uno de los mayores descubrimientos fue el tema del problema que ha representado la llegada de los diamantes sintéticos para una industria que tradicionalmente monopoliza el precio y comercio de estas gemas. Adicionalmente, debo decir que me pareció muy completa la cantidad de fuentes que consultaron, en especial, considerando los segmentos que representan. Cada protagonista de esta historia se expone de manera muy honesta, quizás hasta inocente, exponiendo sus motivaciones y dejando muy en claro lo que pretenden. Sorprende que, a estas alturas de la historia, el mercadeo de los diamantes se justifique de la manera en la que se justifica en el documental. Algo que también me tomó por sorpresa es la relación prácticamente exclusiva que se establece entre los diamantes y los anillos de compromiso como soporte prácticamente absoluto de la industria. Entiendo que sea lo que genera el mayor volumen de ganancias, pero reducir la estabilidad y futuro de la industria a eso, fue bastante raro. El humor y los contrastes entre las opiniones de los entrevistados es mi parte favorita del documental, pues casi se convierte en una comedia absurda donde cada cual se desnudó e hizo el ridículo solo.
Lo malo
Aunque los diamantes son los protagonistas absolutos de esta historia, tanto los reales como los sintéticos, no se habla tanto de ellos como se debiera. Creo que falta un poco de desarrollo de ese “marco teórico” que siente las bases inequívocamente de lo que se está hablando. Cosas como explicar cómo se forma un diamante natural, los tipos, colores, los más valiosos en la historia o desde cuando se aprecian, no es algo en lo que se ponga mucho esfuerzo. Con suerte, unos datos dispersos que dan una idea vaga. Igual sucede con los sintéticos. Explicar el proceso, cómo se ha abaratado la tecnología, las posibilidades reales con los equipos actuales o la inversión que se necesita para hacerlos, tampoco se lleva mucho de la intención del documental. Eso hubiera ayudado a pulir el trabajo y darle más brillo.
Lo feo
Algo que definitivamente no entendí -y esto gracias a haber visto la serie Diamantes turbios- es que la ciudad de Amberes, en Bélgica, ni se nombre en este documental, en especial, cuando se le considera la capital mundial de los diamantes. Pero más allá de eso, se habla poco de lo que es el proceso de corte y pulido de las gemas, lo que ayuda aumentar su valor en el mercado y de lo que dependen muchas cosas. Se ve un taller en la India, donde es fácil inferir que los costos son menores, pero tampoco se ahonda sobre este asunto. Otra cosa que me resultó rara fue el final del documental. Es un poco abrupto y abierto, lo cual no es malo en sí mismo, solo creo que faltó un poco de balance para poder decir que es muy pronto para sacar conclusiones más precisas.