Nunca he sido particularmente entusiasta con la carrera actoral de Jennifer López. La prefiero como cantante. Sí he visto cosas que me han gustado, como La célula y Experta en bodas, pero eso no significa que la tenga en la lista de mis actrices o películas favoritas. En todo caso, lo que quiero decir, es que verla encabezar un elenco nunca funciona como anzuelo para mí. Sin embargo, decidí darle una oportunidad a Bodas de plomo, una comedia que está disponible en Prime Video, en donde comparte protagonismo con Josh Duhamel. El resultado fue una grata sorpresa, no por el valor cinematográfico de la pieza, sino por el sentido de entretenimiento tradicional que encierra la película. La trama de la cinta gira en torno a una pareja que decide casarse en una isla tropical, acompañada de sus seres queridos. La ceremonia se ve repentinamente interrumpida y ante los graves peligros que todos corren, los novios deben salvar, como puedan, a todos sus invitados y a ellos mismos de riesgos mortales, a pesar de sus propias desavenencias personales.
Lo bueno
Bodas de plomo rescata un género que por muchos años dio muy buenas cintas, aunque quizás no para la Academia, como Dos bribones tras la esmeralda perdida, La joya del Niño, Tiro al blanco, Mentiras verdaderas y Sr. y Sra. Smith. Se trata de las películas de aventuras de pareja, una suerte de spin off de las comedias románticas con un giro peligroso. Algo muy bueno que tiene este género, que yo he decidido bautizar como tal, es que son películas para toda la familia. No es que hayan desaparecido de la cartelera, pero se mantienen con intermitencia que las hace cada vez menos frecuentes. Haber rescatado este tipo de cinta, permite abordar muchas temáticas, y en el caso de Bodas de plomo lo hace con asuntos como la comunicación, la familia, el miedo al compromiso, el perdón y otros más. Esta película, dirigida por Jason Moore, tiene un sentido del humor ligero, una representación multicultural orgánica y un elenco que incluye nombres como los de Jennifer Coolidge, Sônia Braga, Cheech Marin y Lenny Kravitz. Coolidge sin duda se roba el show, con un personaje que se suma a lo que parece ser el mejor momento de su carrera profesional y que merece su propia película.
Lo malo
El guión de Bodas de plomo definitivamente pudo haber sido mejor. Y acá se entra en un dilema que va directamente de la mano de las decisiones de casting. Tanto Lopez como Duhamel resultan un poco mayores para los papeles que representan, al menos en las condiciones en las que los pone la historia y a punto de dar el sí en su primer matrimonio. Por bien que ambos actores se vean, los dos están sobre los 50 años. Si el guión contemplara la idea de que es su segunda boda y que entre los invitados a rescatar están sus hijos de sus respectivas uniones anteriores, las motivaciones serían mucho más reales. El hecho de que Coolidge haga de la madre de Duhamel, cuando solo le lleva 11 años a su hijo en la ficción, da cuenta del problema que existe. Yo por ninguna razón del mundo cambiaría Coolidge, cambiaria en todo caso a Duhamel. Igual, las diferencias de edades entre el elenco no son tan importantes como las reales motivaciones que los protagonistas tienen para salvar a sus seres queridos y que pudieron ser más profundas e intensas.
Lo feo
Siempre tengo claro que cuando se decide ver una película hay que estar dispuesto a unirse sin resistencia al universo que se plantea en la misma, sin cuestionar mucho sus reglas o juzgar a los personajes. Sin embargo, con la misma vehemencia defiendo que las cosas en una historia no tienen que ser necesariamente reales, pero sí verosímiles, que tengan sentido dentro del propio universo planteado. Bodas de plomo carece de esto. Los personajes muestran habilidades sorprendentemente útiles en los momentos menos pensados y sin ningún tipo de antecedente. Todo esto era solucionable al momento de escribir el guión y desarrollar los personajes, a sabiendas de lo que tarde o temprano iban a enfrentar en la historia. Algo que también resulta raro, es como el tema de la muerte, o los asesinatos, queda reducido a una banalidad que no llega a los niveles de parodia. Se queda en un punto medio donde genera culpa a los protagonistas, pero no tanta. Pese a todo esto, Bodas de plomo es una película divertida que -aunque con toda seguridad no va a figurar en ninguna lista de premios- resulta muy entretenida y una gran opción para pasar una hora y media de desconexión de la realidad.