Quizás los documentales no sean el gancho principal de la plataforma Disney+, aunque National Geographic sea parte del portafolio de la programación. Por eso siempre se agradece encontrarse con sorpresas como Torn, un emotivo documental que nos acerca a la historia del montañista estadounidense Alex Lowe, fallecido en una avalancha durante una expedición en 1999. Personalmente, no conocía nada de esta historia, así que llegué sin prejuicios y sin expectativas para dejarme emocionar por una narración muy personal que es más que un ejercicio catártico, es la humanización de un héroe de carne y hueso.
Lo bueno
Los restos del montañista Alex Lowe y el camarógrafo David Bridges fueron encontrados en el año 2016, 17 años después de su muerte en una avalancha en el monte Shishapangma, una de las montañas más remotas del Himalaya. Este hecho dio la idea para que Max Lowe, hijo montañista fallecido, hiciera un documental sobre su padre que él mismo dirigiría. Un motor tan personal para dar inicio a un proyecto sin duda habla del nivel de compromiso con el que abordó el tema. Desde allí, el acceso a fuentes, material de archivo privilegiado y recuerdos personales le imprime al producto final un valor incomparable. Siempre se habla de la importancia de mantener cierta distancia del sujeto que se retrata, de no involucrarse más de lo necesario, pero sin duda, este es un caso donde una vinculación tan cercana, no solo suma, sino que es muy honesta. Conocer una faceta tan personal del montañista, sus diatribas, los conflictos entre la vocación y la familia, es lo que para mí le da valor a este material, que convierte a una persona pública en un ser humano con luces y sombras.
Lo malo
Cuando Alex Lowe murió, en 1999, su hijo mayor y director del documental-Sam- tenía apenas 10 años. Issac, el hijo menor tenía menos de dos años. Ellos dos y el hijo del medio, Sam, tratan desde las ausencias y la carencia de recuerdos reconstruir la imagen de su padre. Siendo una figura pública, se trata de una imagen hecha a partir de retazos de la memoria propia y mucho del imaginario colectivo y material de archivo. A eso se suman los comentarios de su madre y viuda de Alex, sus colegas, amigos y el padrastro de sus hijos. No digo que esto sea necesariamente algo malo, de hecho, es conmovedor tratar construir algo desde un vacío tan grande. Sin embargo, creo que hubiera bueno explorar un poco más esa bruma del recuerdo no claro, de lo que inspira una foto, sus zapatos, de la brecha compartida entre los hermanos. Yo no hubiera descartado, como director, salir en cámara deliberadamente, a fin de cuentas, era inevitable ser arte y parte en este documental. Asumirlo más allá de una voz en off o de una cámara de behind de scenes me hizo falta. Igual que haber hecho un mínimo espejo con la familia del camarógrafo hallado a la par que Lowe. Su historia de duelo, quizás muy parecida a la de quienes hacen el documental, queda por fuera.
Lo feo
Me es complicado escribir sobre este apartado en específico. Los documentales tienen, por su propia naturaleza, una serie de ventajas con respecto a la ficción que, aunque no sean justas, son reales. Nadie espera que un documental sea una obra maestra de la fotografía, la edición o categorías técnicas, aunque se celebre y reconozca cuando así sea. Torn es un material audiovisual sin mayor aporte en lo estético, es muy estándar, si no por debajo de eso. No hay riesgo, no hay transgresión, no hay novedad. Y quizá esté bien que no lo haya. Lo que busca este producto no es ganar festivales, recibir premios o pasar a la historia. Desde donde yo lo veo, la meta era un ejercicio individual y familiar para repasar un doloroso capítulo en una historia compartida, cuyas heridas se abrieron al encontrar los cuerpos perdidos de dos personas fallecidas en una avalancha. Y este exorcismo del dolor no responde a reglas ni manuales. No hay manera de hacerlo bien o mal. Solo se hace y espera que funcione.