Siguiendo mi premisa de ver lo que se me atraviese y no dejarme contaminar por críticas, popularidad, premios o el cartel, caí en una maravillosa serie dramática en Star+ llamada Fleishman está en apuros (en inglés Fleishman Is in Trouble). Se trata de la adaptación para la televisión de una novela homónima escrita por Taffy Brodesser-Akner y publicada en 2019 que llega a la pantalla en 8 capítulos. Básicamente, la serie nos adentra en la vida de una pareja de cuarentones judíos que vive en Nueva York junto a sus dos hijos. Ella es agente de representación teatral y él es médico. Por razones múltiples, deciden separarse y formalizar el divorcio. Y es ese hecho tan rotundamente cotidiano en la sociedad actual es lo que desencadena una aproximación muy real a la adultez fuera del marco idílico que nos pasea por distintos puntos de vista y una gama de sensaciones que nos llevan a reflexionar (y cuestionar) sobre muchas cosas como el amor, la amistad, la familia, el trabajo y hasta la misión de cada quien en la vida. Suena como todo un lugar común, pero lo cierto es que esta serie balancea estos dilemas clásicos con un contexto muy contemporáneo, rescatando lo mejor de dos mundos y trayéndolos al hoy.
Lo bueno
Por alguna parte hay que empezar, y lo haré con el elenco. Jesse Eisenberg, Claire Danes, Maxim Jasper Swinton y Meara Mahoney Gross hacen un maravilloso trabajo recreando esta disfuncional familia. A ellos se suman Adam Brody y Lizzy Caplan como los amigos de la juventud del protagonista. Es Lizzy, con su papel de Libby, quien muy en onda con su personaje, es la narradora de la serie. La adaptación del libro resulta un interesante viaje constante entre el presente y distintos momentos del pasado, todo para entender de dónde viene y cómo es cada personaje. La historia resulta una fusión muy particular que a ratos nos recuerda a Krammer contra Krammer o a ratos es como ver la evolución de los personajes de Reality Bites. De nuevo, no es que presenta nada novedoso, pero lo hace de una manera muy bien lograda. El episodio que se dedica a Rachel, el personaje de Claire Danes, es una joya. Rachel es desde el principio un personaje fácil de odiar, y no es gratis, pero gracias a ese capítulo, uno cambia de opinión. Y no es que uno deje de odiarla, es que se entiende, finalmente, de dónde vienen sus decisiones tan erradas y su actitud tan egoísta. Se humaniza de tal manera al villano, y al resto de los personajes en cierta medida, que es imposible no llegar a la conclusión de que nadie es completamente bueno o malo en la vida, y que lo realmente importante es conocer la historia de cada uno para -a veces desde la empatía, otras desde la compasión y algunas desde la distancia- saber a qué atenerse. No es ni remotamente una serie feliz, aunque haya atisbos ocasionales de esperanza. Es una historia muy real, donde pasan cosas buenas y cosas malas, y donde a veces se siente que todas las malas pasan al mismo tiempo. Es un tratado sobre el desencanto de ser adulto que está presentado de manera muy bella y para que pueda ser entendido por cualquiera. Ser grande no es siempre lo que creímos que iba a ser o lo que nos contaron, y esto nos ayuda a entender y asumirlo sin vergüenzas ni culpas.
Lo malo
Considerando el calibre del elenco, uno esperaría que las actuaciones fueran más impactantes. Y aunque son solventes y no dejan mal parado a nadie, no creo que sean lo mejor que han hecho estos actores en su carrera. Yo siempre espero mucho de Claire Danes desde que la vi en My So Called Life en 1994. Me sorprendió verla un poco floja y mejor en las escenas de “normalidad” que en las de crisis. Jesse Eisenberg lo hace muy bien, lo que pasa es que tras verlo en Resistencia, donde da vida al mimo Marcel Marceau, ya uno sabe que su registro y poder puede ser mayor. Insisto, no están mal, pero creo que la historia per se es tan fascinante, que poco importa la manera en la que actúan.
Lo feo
Siempre digo que me chocan las series que tardan en arrancar o en ponerse buenas. Esa cosa de “es que te atrapa al 3er o 4to episodio y se pone buenísima” no va conmigo. Y con Fleishman está en apuros pasa algo así. El ritmo inicial es un poco raro y uno quizás no entiende del todo hacia dónde van las cosas. Pero créanme, vale la pena quedarse, y no solo porque las cosas empiezan a cobrar sentido, sino porque lo hacen de una manera maravillosa y muy humana. La manera en la que se comportaba la hija mayor de la pareja me parecía que era un poco exagerada para una niña de su edad y que merecía su oportuna reprimenda, pero luego también se entiende a la niña, sus influencias, ejemplo y razón de ser. Es una serie que invita a seguirle el paso al cambio, que es constante, nos guste o no, nos duela más o menos.