La primera vez que vi a alguien bailar vogue fue en el video de Madonna de 1990 llamado, con todo el sentido del mundo, Vogue. En esa pieza dirigida por David Fincher aparecían junto a Madonna, siete bailarines danzando como nunca había visto danzar a nadie en mi vida. No imaginaba yo el origen de este estilo de baile y la importancia que tenía para la comunidad LGTBI. El vogue, o voguing, nació en los Estados Unidos como una actividad marginal protagonizada por -en ese momento y falta de mejor nomenclatura- travestis y hombres gay negros y latinos. En la década de los 80, quizás tuvo su pico y fue cuando logró una definición real como género con pasos, dinámicas y las famosas “casas”. Las “casas” son las agrupaciones que compiten en un ball de voguing en las distintas categorías planteadas. Toda esta introducción es para hablar de Legendary, un reality show de voguing que está disponible en HBO MAX y que cuenta ya con dos temporadas. Si son amantes del baile, esto es algo que sencillamente no pueden perderse. Si quieren saber más del voguing, lo ideal es que busquen y vean el documental Paris is burning y que complementen con la serie de ficción Pose. Con eso, se pueden hacer una idea del género. Legendary tiene una abierta agenda de inclusión racial y LGBTI, tal y como lo hace el voguing, así que no se sorprenda como lo que ve. Todo lo queer, gender fluid, no binario y gay de lo que se habla en el mundo, está en el este show.
Lo bueno
Desde que el voguing se hizo main stream -un poco gracias a Madonna, otro poco gracias a RuPaul y definitiva y recientemente gracias a Pose- ya no es tan raro disfrutar de un buen show de este estilo. Lo mejor que tiene Legendary, sin discusión alguna, es el talento de los bailarines que participan en el show. Con formación profesional o solo con la experiencia de la calle, esta gente baila, y baila como pocos. A las casas se les asigna un tema que deben desarrollar en varios retos programa tras programa y luego de la evaluación del jurado, una de las casas resulta eliminada. Esto trae como consecuencia que al ser una competencia, la creatividad en las coreografías, propuestas, historias, vestuario y escenografía se vaya mejorando show con show. Hay presentaciones realmente memorables en este show, que dejan sin aliento por el concepto y su desarrollo. Al fin y al cabo, las casas bailan para ganar un premio en metálico nada despreciable, y no hay mejor aliciente que el dinero.
Si bien la segunda temporada tiene un mejor elenco de participantes, hay que decir que muy, muy pocos no están al nivel de la competencia. El jurado cuenta con 4 personajes fijos (Jameela Jamil, Law Roach, Leiomy Maldonado y Megan Thee Stallion) y uno invitado en cada programa, generalmente, una celebridad. Hay un esfuerzo considerable en que estos invitados sean personalidades reconocidas y con cierta fama. También hay que destacar que la segunda temporada de este show se hizo en pandemia, con cambios necesarios en la dinámica del programa. Mención aparte merece el gran trabajo de Dashaun Wesley como maestro de ceremonias (y encima, es un gran bailarín).
Lo malo
Como todo reality show, hay que recordar que esto no es una competencia normal, es un espectáculo para la televisión. ¿Eso qué significa? Que no siempre se va a quedar el mejor o que las decisiones no siempre son las más justas, van a estar supeditadas a lo que los productores consideren que puede dar mejores resultados en pantalla. De esta manera, será normal ver evaluaciones muy alejadas de la realidad y claras preferencias de miembros del jurado por ciertas casas y personajes.
Lo feo
Si bien hay un intento enorme por no traer el show el espíritu negativo inherente a las competencias del ballroom original tan tóxico que bien puede apreciarse en la serie Pose, algo se filtra. Y lo hace especialmente entre el jurado de una manera bastante desagradable. Desde las ocasiones demostraciones de arrogancia de Leiomy Maldonado como estrella del Vogue hasta la mala educación de Law Roach, se rompe el código del show de ser feroces, pero no malos. También hay ocasiones en las que se dirigen de manera muy irrespetuosa al juez invitado e incluso a los participantes. No me queda claro si es la naturaleza real de estos personajes o una instrucción de la producción, pero sí creo que está muy fuera de lugar y pasado de moda en este formato. Los tiempos de Simon Cowell ya terminaron