Lo bueno, lo malo y lo feo de Halston
Los personajes controversiales, que desafiaron a la sociedad de alguna manera, siempre resultan fascinantes. Quizás por eso el auge de series biográficas de la televisión que nos acerca, no siempre con éxito, a las vidas de estas figuras. Una de las más recientes existencias llevadas a la pantalla chica es la de Halston, el diseñador de moda estadounidense que en la década de los 70 le dio un vuelco a la manera de vestir de las mujeres de su país y a la industria de la moda en general. Netflix tiene en su plataforma esta serie que empieza mejor de lo que termina, pero que fascina por la extravagancia de su personaje y por las diversas lecciones que, sin querer, deja.
Lo bueno
Sin lugar a dudas, que Halston haya sido elegido protagonizar este espacio es hacer justicia a una importantísima figura de la moda sobre la que el tiempo no ha sido tan benevolente como debiese. Esta serie comienza con una escritura brillante, que demuestra una profunda investigación sobre el personaje. Poco a poco se van sembrando datos narrativos sobre la historia misma y sus personajes que luego florecen. Lamentablemente esto se pierde a medida que avanza la serie y el guion se va convirtiendo en otra cosa. Lo que sí se mantiene constante es la calidad en la dirección de arte. Las recreaciones de vestuario, maquillaje, escenografía y utilería son absolutamente magistrales. El trabajo de Ewan McGregor como el diseñador y de Krysta Rodriguez como Liza Minelli son sin duda de lo mejor de la serie. Quizás sin proponérselo, la serie ofrece a los amantes de la moda no solo un deleite visual, sino valiosas lecciones de mercadeo en esta industria, como la necesidad de diversificarse, las precauciones al momento de usar/registrar una marca, y la necesidad de crear tendencias antes de seguirlas. Todo eso está allí también, para quien quiera algo más que el reflejo de una vida atormentada.
Lo malo
Como dije antes, Halston empieza de manera brillante, pero va perdiendo ese lustre a medida que evoluciona y la historia se empieza a contar más desde el fan que desde el biógrafo. Y cuando es el fan quien toma las riendas narrativas, pasa algo muy lamentable, las sombras y luces que todos tenemos se perciben de otra manera. Las luces tienen a exagerarse y las sombras a minimizarse o justificarse. Y eso es precisamente lo que pasa en Halston. De hecho, el personaje no atraviesa ninguna curva de evolución o redención, sencillamente de un día para otro es una mejor persona hacia el ocaso de su vida. Y sí, Halston era brillante, un genio creativo, y eso es lo que la mayoría conoce, así que perder la oportunidad de ahondar en el lado oscuro -y no tanto sus acciones como sus motivaciones- es haber desperdiciado un momento único de presentarlo tan humano como era. En la serie hay una escena maravillosa que gira en torno al proceso de creación de la fragancia del diseñador. Es conmovedora, con un altísimo valor narrativo, con humor y con un Halston tan problemático como genial. Si ese tono se hubiera mantenido en más secuencias, la serie sería definitivamente otra.
Lo feo
El guion sigue siendo la mayor falla de Halston, cosa de la que se va tomando conciencia a medida que avanza la serie. Más allá de las licencias creativas que pudieron haberse tomado los escritores al omitir personajes reales en la historia ficcionada, hay casos en los que los personajes, como el de la madre de Halston, se usa como un comodín sin darle la profundidad que amerita. Pudiera decirse que igual pasa con Warhol, aunque de él se pudiere entender el miedo a que llegara a robarse la historia. Quizás valía la pena tratar de contar la vida de Halston desde sus propios delirios, o a través de los ojos de alguien cercano, con lo que cierta discrecionalidad o subjetividad tendrían sentido. Pero no. Halston está contada por un narrador, por un testigo que se rinde a los pies del diseñador y que titubea para no malponerlo más de lo necesario ante las evidencias que son del conocimiento público. El final de la serie se vuelve innecesariamente cursi, como si con eso se consiguiera redimir- o fuese necesario redimir- a una figura de su calibre. Halston pudo haber sido mejor, era lo mínimo que él merecía.