La adaptación que Netflix hizo de la novela The Queen’s Gambit, escrita por Walter Tevis en 1983, ha sido un éxito rotundo para la plataforma de streaming. Se trata de un proyecto poco probable de ver en alguna parte que narra la historia de una joven huérfana que se convierte en ajedrecista en tiempos de la Guerra Fría. Esta serie corta tomó por sorpresa al mundo este año tan complicado con una narrativa feminista muy orgánica y una producción impecable desde todo punto de vista. Un ave raris en la pantalla que sin duda refresca, desde una óptica retro, lo que estamos acostumbrados a ver y que de alguna manera nos recuerda, sin mayores juicios, la sociedad que alguna vez fuimos.
Lo bueno
Sin duda, destacar lo mejor de Gambito de dama es una tarea más que complicada. Los méritos comienzan por el trabajo actoral de Anya Taylor-Joy en el papel protagónico. Ella se lleva los laureles por crear a una joven talentosísima frente al tablero de ajedrez, pero conflictuada, obsesiva y con severos problemas de socialización. Su curva de crecimiento como personaje es congruente y está muy bien llevada. Para mí, lo siguiente en la lista a valorar es la impecable dirección de arte, que pasa con honores en los departamentos de utilería, vestuario, maquillaje, peinado, decoración y escenografía. Todo es sobresaliente y es un deleite visual. El casting, la música, el propio guión, la edición y la fotografía están sin duda a la altura del resto de este proyecto.
Lo malo
Pareciera que encontrar algo malo en Gambito de dama fuera difícil, y para mí lo es. Al no haberme leído el libro en el que está basada, solo puedo hablar de lo que vi en pantalla. En tal sentido, creo que si me empeñara en usar una lupa, tendría que decía que hubiera apreciado si se abordara mejor el tema de las finanzas de la protagonista, básicamente cuánto dinero ganaba como para mantener su estilo de vida. Pensar que una ajedrecista gana tanto dinero, especialmente si no se vivieron los tiempos de Fisher o Gasparov, parece algo remoto e irreal, así que creo que eso no hubiera hecho daño. Pero de nuevo, esto es si quisiera buscarle las 5 patas al gato.
Lo feo
Si tuviese que encontrar lo feo en Gambito de dama, tendría que hablar de los montajes en pantalla verde cuando de recrear paisajes se trata. Aclaro que ni remotamente están mal hechos, son sólidamente solventes para ayudar a contar la historia, pero sí están por debajo de la calidad del resto de la producción. Cuando la trama se localiza en la Ciudad de México o en Moscú, estos efectos sin duda colaboran para ubicar al espectador, pero no son realmente convincentes. Insisto, esto es un detalle si me quisiera poner quisquilloso, pero realmente, no es algo que le reste brillo al proyecto. No son significativos o se llevan mucho tiempo en pantalla. Funcionan y ya, a diferencia del resto, que enamora.