Reencontrarme con aquella cosmobarbie que escuchaba en los noventas, cuando Veruca Salt y Mi Life Story eran parte de la banda sonora de mis días, ha sido una epifanía. Seguirla, leerla, escuchar y ver sus imágenes reales, sin filtro, auténticas y sin temor a mostrarse desnuda, lejos de ser vulgar o escandaloso es una reconciliación absoluta con la femineidad y con la libertad de sentirse como ella misma lo posteó, en una “totally different life”, esa que dan ganas de vivir pero que muchas no nos hemos atrevido, sino en ocasiones.
Carla se alza sobre pilares ondulantes, insinuantes, movedizos. “Tener un deseo te llena de intención, te otorga dirección; pero serlo te arrastra hasta un espacio en el que tu identificación se hace tan absoluta que desdibuja todo posible límite entre el significante y su significado”. Cuando respiro, cuando pienso, cuando existo, cuando miro y cuando actúo, yo soy deseo.
Lo encarno cuando me muevo en el mundo que me contiene, como si fuera agua de la fuente que nos crea y al mismo tiempo nos cree sus marionetas.
Nada me va a permitir responder mejor a tu pregunta que compartir un texto que escribí para responderme – hace meses – la misma pregunta: ¿Cual es el placer de ser quién soy?
A veces las respuestas anticipan la pregunta; y sin duda, el deseo de ser llega siempre para conquistar el placer de ser, en absoluta sinergia con el plan sagrado con el que la vida nos deleita.
Acá entonces, mi respuesta quasi premonitoria.
“Yo soy deseo”
No recuerdo desde cuando, supongo que desde siempre, he vivido al servicio de la imagen que deseo encarnar y al mismo tiempo construir de mi, desdibujando de un modo casi arbitrario, y a todas luces caprichoso, los límites entre el deseo de ser y la acción de convertirme en lo que deseo.
Claro está, la construcción del ser pasa siempre por la idea que nos vamos haciendo del yo. Y esa identificación, que muchas veces tiene más que ver con aspectos fuera de nuestro control: donde nacimos, que nos alimentó culturalmente en etapa de crecimiento, y a que genero, raza y condición social nos ceñimos, es lo que solemos aceptar como identidad.
Sin embargo, en mi caso, ha sido mi deseo de ser a imagen y semejanza de mi propia fantasía, lo que me ha permitido sentirme siempre en perfecta sintonía con lo que para mí es autenticidad!
Los sueños, los deseos, los anhelos, las visiones fantásticas y los ideales heroicos o catastróficos, tienen mucho más que ver conmigo, que cualquier condicionamiento heredado por la moral impuesta desde la visión colectiva o por la mirada externa.
“Soy periodista y no leo noticias”. No entiendo el mundo desde el esquema prefabricado de la información veraz; no soy pragmática, ni eficiente, y mi sentido del tiempo y el espacio han sido siempre una entelequia sumamente esotérica. Sin embargo, creo en la solidez moral, porque entiendo que los hechos son lo único que no se lleva el viento, y desprecio a quienes no actúan consecuentemente con su verbo adoctrinador.
Me sueño, luego existo. Primero deseo, luego soy deseo. Solo por ello la narrativa de mi sueño de ser la mujer que voy siendo, es un ejercicio de resistencia creadora y una práctica creativa en constante transformación.
Reflexionar acerca de esto me hace invariablemente recordar el monólogo cinematografiado de Almodóvar en ‘Todo Sobre mi madre’ en el que ‘Agrado’, una encantadora mujer transexual, después de enumerar todas las cirugías que se ha hecho, dice:
“Una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”
Es cierto que si la vida te da limones no existe nada más sensato que hacer con ellos limonada. Sin embargo, siempre puedes decidir que sabor tendrá el elixir que planeas beber. Habiendo yo crecido como parte de una familia en la que la fe religiosa era entendida como un fenómeno cultural y no vivida como dogma adoctrinante, siempre me permití la libertad de creer que yo sería lo que decidiera.
En mi caso, la idea de libre albedrío pasa por la necesidad de soñar despierta. Mi aceptación del futuro como entramado de lo posible, no pasa por la determinación de la acción, sino por la vivacidad del deseo que la antecede.
Quizás por ello desde muy joven decidí ser alta siendo baja, ser cercana siendo esquiva, ser simple siendo extraña, ser llana siendo profunda, ser blanda siendo dura y ser oscura, siendo clara.
Decidí ser exótica y lo soy, decidí ser imaginaria y solo existo en mi empeño por recrear mi propia ficción descabellada. Decidí ser contradicción y siendo cercana y sumisa he sido también incorregiblemente indómita e incendiariamente caprichosa.
Hoy por hoy, sigo siendo el personaje protagónico de la historia que alguna vez quise contar, y aunque la misma ha ido cambiando a medida que la vida me ha ido lanzando limones-, cada vez me parezco más a mí. Cada aspecto del rompecabezas que me arma, habla de la mujer que mis libertades y mis limitaciones me han permitido visionar.
Soy el hechizo de una proyección, y no se me ocurre nada más auténtico, fidedigno y sincero que describirme como la materialización de una visión a todas luces insensata e imprudente que solo ha sabido serle fiel a los delirios de su propia ficción.
Yo – quizás como tú- soy solo deseo y es allí donde radica el placer de ser quien soy. Y quizás por eso soy también modelo de arte. Para crear desde el ser creado. Para multiplicar el reflejo de mi espejo interior, en la imagen de quien me observa creyendo copiar una realidad, que en el fondo solo existe gracias a la visión fantástica que tengo de mi misma.
El placer de ser Carla Tofano… ser fundamentalmente deseo.