La televisión española vive un gran momento en cuanto series se refiere. Creo que desde que El tiempo entre costuras salió al aire no ha parado la producción de material de mucha calidad. Yo soy particularmente fan de las cosas llenas de referencias pop y con un toque de humor. Por eso disfruté tanto Paquita Salas y La Veneno. Y justamente en esa línea está Maricón perdido, serie a la que llegué sin mayores referencias, pero que me enganchó por varias cosas. Se trata de un producto que fue estrenado en España este año en TNT y que para el resto del mundo está disponible en HBO MAX. Son apenas 6 episodios de media hora de duración cada uno, en los que se hace un recorrido por la vida del escritor, humorista y actor Roberto Enríquez, también conocido por el nombre de su “alter ego”, Bob Pop. Él mismo es el creador y guionista de la serie que de manera autobiográfica y desde su niñez, narra cómo fue para él saber que era gay desde pequeño y enfrentar todos los prejuicios a su alrededor. No es una serie infantil y puede llegar a ser algo explícita en algunos momentos.
Lo bueno
Quisiera comenzar por resaltar el tema del casting. En la serie se ve a Roberto en tres etapas de su vida, la adolescencia, de joven adulto y en la actualidad. El trabajo de los dos actores que personifican a Enríquez de joven es maravilloso, y encima, realmente parecen la misma persona con cierta diferencia de años. Gabriel Sánchez y Carlos González se llevan muchos puntos por su labor. El trabajo de Candela Peña como la madre de Roberto es sencillamente insuperable. En segundo término quisiera hablar del estilo de la serie en general. Estéticamente es como si metieran en una licuadora a Sex Education con Paquita Salas y sazonaran con algo de Almodóvar y Rosalía, algo delirante, pero con mucho sentido. Hay todo un trabajo allí de investigación y creación que merece la pena aplaudir. Sigo con la naturalidad que tienen los textos, que pueden hacer reír, conmover o indignar con la misma fuerza. Sorprende la facilidad con la que se reflejan ciertas relaciones y la genial manera en la que está expresado eso a través de las palabras, es muy real.
Lo malo
La historia puede decir que está bastante segmentada, no es tan continua como pudiera serlo. Eso hace que a veces haya saltos temporales que no queden del todo claros. Hay que tener en cuenta que se trata de un ejercicio muy personal de escritura, que además es de una historia propia, con lo cual, el filtro que pasa el guion está básicamente en las manos de su creador. Precisamente ese tamiz hace que quizás la atención se enfoque en cosas que pueden no parecernos tan importantes o que no cierran del todo, pero de nuevo, es lo que el autor ha decidido contarnos. Otra cosa que me decepcionó un poco es la promesa no cumplida del uso de la música como un elemento narrativo directo. En los primeros episodios lo es, y luego el recurso se desvanece en una buena banda sonora que sin problema alguno hubiera podido convivir con la otra intención dramática.
Lo feo
Si con algo tuve problemas fue con el desarrollo de los personajes. Entiendo perfectamente que toda esta narrativa tiene como punto de partida las experiencias y los recuerdos de Enríquez, vemos lo que el autor quiere que veamos. Pero si de verdad el autor quiere que empaticemos con lo que tuvo que atravesar de niño, sería mucho más conveniente que hiciera el esfuerzo de salir de esa zona y tratar de entender un poco a sus personajes, buscar sus motivaciones, no dejarlos como villanos de manera gratuita o como incompetentes “funcionales”. Quien peor queda parado bajo está dinámica es el padre del protagonista, a quien de hecho nunca le llegamos a ver la cara. Sencillamente es malo, insensible y maltratador, pero no sabemos las razones. Otros personajes se quedan un poco cortos en el juego cuando pudieron aportar más, como la hermana del protagonista, su profesor del colegio o su mejor amiga de la infancia. La madre es quizás quien mejor lograda esté en ese sentido, sin que eso signifique que esté lo bien que pudiera estar. Es un poco el chiste de “el lobo siempre será el malo del cuento si solo escuchamos la versión de Caperucita”.