Netflix ofrece en su plataforma la cinta Ma Rainey’s Black Bottom (o La madre del Blues, en español). Se trata de una adaptación cinematográfica de una obra de teatro escrita por August Wilson en 1982. Tanto en la pieza teatral como en la película, se cuenta un breve capítulo en la historia de la legendaria voz del blues, Ma Rainey, mientras en paralelo se explora la experiencia afroamericana a lo largo del siglo XX en los Estados Unidos.
Lo bueno
Sin discusión alguna, el mayor mérito se lo lleva Viola Davis en el papel protagónico. Davis crea una Ma Rainey real, adolorida, revanchista y a cargo de su carrera tanto como le es posible en tiempos de un racismo reinante. El trabajo de caracterización es impecable, tanto que logra llevar a Davis a un papel que por sus características físicas fácilmente hubieran podido conseguir Queen Lattifah u Octavia Spencer. Le sigue los pasos en mérito Chadwick Boseman, quien desarrolla un personaje mágico y entrañable, fundamental para la trama.
Lo malo
Para mí, la adaptación de la obra a la gran pantalla es evidente y no logra encontrar un lenguaje cinematográfico propio a pesar de la excepcional fotografía. Esto le resta un poco de realismo a la pieza y aunque hay una inversión considerable en la producción (especialmente en arte y vestuario), la sensación de esfuerzo se percibe un tanto floja al limitarse a un limitadísimo número de locaciones. Es cierto que así son en la obra original, pero allí el reto de llevar estos textos al cine, darles un discurso lo menos teatral posible.
Lo feo
El tema del racismo en los Estados Unidos siempre es pertinente, en especial, en el marco de lo que fueron las protestas del movimiento Black Lives Matter el año pasado. Creo que aunque la obra aborda sin problema estos asuntos, algunas cosas que eran relevantes en 1982 quizás hoy no lo sean tanto, o no de la misma manera. No trato de minimizar situaciones históricas dolorosas y terribles, todo lo contrario. Considero que es necesario contar esas historias de una manera en la que ayude a sanar las heridas sin necesariamente echar sal sobre ellas.