Netflix estrenó esta semana la película La vida ante sí, una adaptación cinematográfica de la novela homónima de del escritor francés Romain Gary dirigida por Edoardo Ponti. Se trata de una historia que sigue el momento en el que una mujer mayor sobreviviente del Holocausto y un niño huérfano de Senegal se encuentran para darse lecciones de vida mutuamente y abordar temas como el amor, la solidaridad, la confianza y hasta la piedad. Tan cliché como suena. Es una suerte de versión de la maravillosa Estación Central, que en 1998 y bajo la mirada de Walter Salles, que deleitó al mundo. Me queda ahora la tarea de buscar y ver Madama Rosa , la primera adaptación que se hizo de este libro en 1977 y que llegó a los premios de la Academia de ese año para ganar como Mejor película extranjera.
Lo bueno
Sin duda alguna, lo mejor de esta cinta es el retorno de Sophia Loren a la pantalla grande. La actriz, de 86 años, regresó a la actuación para ponerse bajo el mando de su hijo tras una pausa de una década. Su última aparición actuando fue en la serie de televisión La mia casa è piena di specchi. Loren, aunque trabaja un poco por su cuenta, es el pilar de esta producción. Los años de oficio saltan a la vista y ayudan a compensar, no siempre con éxito, la falta de dirección y baches en el guion. Loren es una profesional y como tal se porta. Actuar le es tan natural que sorprende. Verla en el rol de una mujer mayor judía que cuida y educa hijos de prostitutas, donde su físico no le juega nada a favor, es una maravilla. Una actriz como ella, con su trayectoria, puede gozar de ciertas prerrogativas, y ella las ejerce de manera plena. “No vine a verme bien, vine a contarles una historia”, pareciera decir en cada escena. Lástima que la historia la traicione y no le haga justicia a su esfuerzo por mantener vigente el neo realismo italiano del que ella es reina.
Lo malo
No he leído el libro y quizás en el texto original la historia esté mejor contada, pero esta adaptación cinematográfica sufre de muchas carencias de guion. Se tocan muchos temas, muy actuales, con la aparente intención de ser contemporáneos. Esto per sé no está mal, pero si el tema no pasa de ser un punto referencial y no un tema que prometió explotarse, el esfuerzo se queda a medias. Se asoman asuntos como la inmigración ilegal, la religión, el Holocausto, la prostitución, la sexodiversidad, las drogas, la demencia senil, sin que realmente se aprovechen o algunos de ellos lleguen a ninguna parte. Muchas cosas que se dicen o se presentan no terminan de jugar en la historia, aunque como público, se nos presentan de una manera que hace pensar que tendrá alguna trascendencia o repercusión el devenir de la trama. Y no es así. Hay elementos de la historia que resultan muy amateur y que han podido depurarse o desarrollarse más, pero no presentarse incompletos.
Lo feo
Generalmente no reparo tanto como debería en la música de una película, soy más visual. Pero en La vida ante sí no pude evitar notarla. La banda sonora de esta cinta es muy rara, por buscar un término que ayude. Con la excepción de la canción principal Yo sí, que interpreta la cantante italiana Laura Pausini y que fue escrita por la ganadora del Grammy, Diane Warren, nada es memorable. Igual está canción parece más extraída de un disco de ella que escrita especialmente para la cinta. Algo curioso, el trailer de la película promociona el tema musical y a su intérprete como un valor de la cinta, algo que generalmente no se hace y que nos debería dar una idea de lo que viene. Muchas oportunidades narrativas y estéticas se pierden al haber incluido melodías que parecen sacadas de una librería musical y que no aportan como pudieron haberlo hecho. Básicamente, la música va por un lado y la historia por otro.