Netflix retoma el trabajo con Mike Flanagan, responsable de exitosos títulos de la plataforma como La maldición de Hill House y La maldición de Bly Manor, con Misa de medianoche. De nuevo, el formato de miniserie es el escogido para contar una historia que aunque Netflix cataloga de terror sobrenatural, creo que coquetea más con el misterio que con el miedo. Con muchos ingredientes cliché de este tipo de historias -el regreso a casa de un hijo pródigo venido a menos, la aparición de un carismático y misterioso sacerdote, una comunidad con una devoción religiosa un poco enfermiza y una deprimida (y deprimente) isla como escenario- Misa de medianoche me pareció rara ante todo, una fusión inesperada de elementos y lecturas fuera del patrón regular de este género. No creo que sea algo que volvería a ver, pero sin duda aporta un refrescamiento inusual a este tipo de producciones.
Lo bueno
Personalmente, creo que lo mejor que tiene la serie es que aborda el tema del catolicismo y sus fanáticos de manera frontal y cortapisas. En tiempos de corrección política, es algo raro de ver. La miniserie también resulta ser mucho más profunda de lo que promete, al poner sobre la mesa temas muy serios -y casi existenciales- como qué es la muerte, qué es la bondad, qué es el arrepentimiento, qué es la xenofobia, qué es la culpa y qué es el sentido de comunidad, entre otros. Si bien la serie no gira en torno a estos temas como tal, no dejan de estar presentes durante los 7 capítulos que dura y -al menos en mi caso- ponen en bandeja de plata la posibilidad de reflexionar sobre asuntos importantes que no siempre aparecen en este tipo de productos. La producción en general de la serie está bien lograda, en especial si se considera que fue rodada en el año 2020 durante la pandemia. Las actuaciones son solventes y es muy grato ver el trabajo y la transformación de Henry Thomas, que repite en una producción de Flanagan.
Lo malo
En este apartado para mí todo se concentra en el guion, que si bien es una buena premisa, no llega a concretarse del todo bien en pantalla. De entrada, es -como ya dije- una mezcla de muchos elementos que pueden parecer un tanto inconexos. Son muchas capas de referencias e influencias que no siempre combinan. Por ejemplo, el tema vampírico está obviamente presente a lo largo de la historia, pero nadie en la serie, que vive en pleno siglo XXI parece percatarse de esto, ni por error. De hacerlo, se derrumba una teoría que es importante para la narrativa. Con cosas así, empezamos a ver que el guion es más complaciente de lo que debería. Algo similar pasa con la tecnología. Si bien todo pasa en una isla remota y algo empobrecida, no son muchos los celulares que vemos, ni siquiera que sean viejos. No se trata de que los personajes hagan Facetime o graben un TikTok, pero muchas veces un SMS basta para darle verosimilitud a una situación. Algo me hace sospechar que esta producción iba a ser un trabajo de época (en donde muchas cosas de la historia tendrán más sentido), pero que circunstancias adversas obligaron traer la historia al presente para facilitar la logística de la producción. Si llegan a verla, imagínense que todo ocurre en los tiempos de las brujas de Salem y piensen si no sería perfecto.
Lo feo
Hoy por hoy los efectos especiales son más que comunes en las películas y series. Algo que no deja de sorprenderme al respecto es que no pocas veces algunos de ellos son muy buenos y otros muy malos, sin un punto medio, como si todo el presupuesto se hubiera ido a algunos deliberadamente, abandonando a otros a su suerte. Y eso es justamente lo que pasa en Misa de medianoche. Hay una criatura en particular que está muy bien lograda, desde el maquillaje hasta sus acciones. Pero por otro lado, la mayoría de las cosas relacionadas con el fuego y el trabajo de envejecimiento de un personaje que luego rejuvenece son terribles. Esto no afecta la historia, pero sin duda le baja el nivel, en especial, cuando se le lo que fueron capaces de hacer con otros elementos.